La crisis de las hipotecas subprime de 2008 coincidió con un momento de profundos cambios tecnológicos que por momentos olvidamos. Intentemos situarnos por un rato en esa lejana y oscura época. Había unos extraños aparatos para reproducir música que se llamaban MP3, también existía un incómodo sistema de entretenimiento on demand que te obligaba a salir de tu casa, alquilar una película y pagarla. Y por supuesto volver a pagar cuando te olvidabas de devolverla a las 24 o 48 horas… ¿Cómo te llevabas la película a tu casa? Claro, qué iluso, me olvidé de aclararlo: las películas, como muchas otras cosas, venían en DVDs. Los teléfonos, por su parte, eran bastante rudimentarios. En ese momento estaba en auge el BlackBerry, pero, si querías hablar un poco más, ya tenías que recurrir en la computadora a un sistema arcaico conocido como MSN Messenger, cuya consecuencia es que mucha gente de mi generación hoy continúa teniendo casillas de correo de hotmail.com.
Hacemos una vacuna en de un año, pero millones de personas sufren de depresión
Pero el punto es que, en 2008, cuando la crisis comenzó a generar una visión más negativa del futuro, estaban empezando a existir, o a volverse masivas, muchas de las tecnologías que hoy utilizamos todos los días. El 31 de octubre de 2008, solo unas horas después de la caída de Lehman Brothers que provocaría una crisis casi sin parangón, Satoshi Nakamoto –el seudónimo utilizado por la persona o las personas detrás de la tecnología bitcoin– publicó el primer whitepaper de Bitcoin, proponiendo un sistema que permitiría superar la necesidad de intermediarios como los bancos y las instituciones financieras para facilitar y auditar las transacciones. Buen timing. Pero no solo cripto. WhatsApp, Twitter o Facebook. En muchos de los casos, estas tecnologías permitieron amplificar los mensajes de las protestas, y sirvieron como base para el surgimiento de nuevos tipos de líderes y activistas, pero también se volvieron blanco de críticas y en algunos casos fueron identificadas como una de las causas de los conflictos. Para el ensayista indio Pankaj Mishra, la historia occidental nos demuestra que la modernidad siempre estuvo asociada al desorden y los conflictos. Desde la Primera Revolución Industrial, el mundo asistió a un espiral de turbulencias, revoluciones y guerras a gran escala: La Revolución Francesa, las revoluciones de 1848, la Primera y Segunda Guerra Mundial, o el nazismo, entre otros. Pero para Mishra, que estas dos situaciones –la Primera Revolución Industrial y la explosión de conflictos civiles, bélicos e internacionales– se dieran al mismo tiempo no es por mera casualidad. Más bien existe un cierto efecto de causalidad entre una y otra. El autor indio se refiere al presente como un momento de salvaje violencia que “los futuros historiadores bien podrían ver como el comienzo de la tercera –la más larga y extraña– de todas las guerras del mundo: una guerra civil global”. Muy fuerte.
Como podemos ver, canciones, literatura, columnas de opinión, ensayos y frases hechas como que todo tiempo pasado fue mejor fueron creando en los últimos años un sentido común negativo sobre el presente. Efectivamente vivimos en un tiempo extraño, en el cual podemos hacer una vacuna para una pandemia en menos de un año, pero más de trescientos millones de personas alrededor del mundo sufren de depresión.
¿Realmente estamos ante el peor momento de la humanidad? No soy historiador, ni tampoco pretendo hacer historiografía, pero me animaría a afirmar que debe haber habido tiempos peores. O que, en realidad, no estamos tan mal como creemos.